domingo, 19 de abril de 2020

La vida abriéndose paso entre las ruinas

La imposición que representa la cultura, la tradición, la religión, la educación, limita la aparición de lo actual, lo condiciona y deforma, llenándonos de introyectos sociales. Los misioneros, por ejemplo, sustituían a dioses de la naturaleza por un dios cruel y vengativo al que obedecer para no ir al infierno, y hoy en día son los misioneros culturales, políticos y, por supuesto, también religiosos, los que hacen otro tanto. Hay un infierno político fuera de la ortodoxia de lo conocido, hay un infierno cultural que dificulta el cuestionamiento de lo escrito en piedra por los considerados sabios del pasado, aunque a veces ni se entienda lo que se respeta y se mantenga en pie simplemente porque nadie evidencia que ya no sirve para nada. ¿Cómo podría el indígena convencer al misionero de que era más feliz en su estado supuestamente ignorante? Hay demasiado dogma, demasiado peso como para que se dé la espontaneidad. ¿Qué otra cosa podía hacer Toro Sentado que responder de una forma sencilla y sabia a quien era el jefe misionero de una cultura más fuerte que quería comprar el territorio de los nativos? <<La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra>>. El ser humano no puede expandir más que lo que es y tiene en su cultura. Sin paz interior, sin paz en la familia y en la sociedad que se expandan, el hombre contamina al resto, y la contaminación más fuerte prevalece.