La renuncia lleva asimismo aparejado un delicioso sabor de sencillez, de paz profunda. Cuando la hemos probado, resulta cada vez más fácil. Sin embargo, no se trata de forzarse a renunciar; semejante actitud sería utópica y no tendría futuro. Para desprenderse de algo, hay que tener muy presentes las ventajas que se derivan de ello y sentir una profunda aspiración a liberarse de aquello a lo que uno se dispone a renunciar. La renuncia se siente entonces como un acto liberador, no como una imposición desgarradora.
Matthieu Ricard
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