En su mayoría, los psiquiatras aceptan como un supuesto indiscutible
la estructura de su propia sociedad, de tal manera que, para ellos, la persona no del todo adaptada lleva el
estigma de individuo poco valioso; por el contrario, suponen que la persona
bien adaptada socialmente es muy valiosa desde el punto de vista humano y
personal. Si diferenciamos los dos conceptos de normal y neurótico de la manera
indicada, llegamos a esta conclusión: la
persona considerada normal en razón de su buena adaptación, de su eficiencia
social, es a menudo menos sana que la neurótica, cuando se juzga según una
escala de valores humanos. Frecuentemente está bien adaptada tan solo porque se ha despojado de su yo con
el fin de transformarse, en mayor o menor grado, en el tipo de persona que cree
se espera socialmente que ella debe ser. De este modo puede haberse perdido por
completo la espontaneidad y la verdadera personalidad. Por otra parte, el
neurótico puede caracterizarse como alguien que no estuvo dispuesto a someter
completamente su yo en esta lucha. Por supuesto, su intento de salvar el yo
individual no tuvo éxito y, en lugar de expresar su personalidad de una manera
creadora, debió buscar la salvación en los síntomas neuróticos, retrayéndose en
una vida de fantasía. Sin embargo, desde el punto de vista de los valores
humanos, este neurótico resulta menos mutilado que ese tipo de persona normal que
ha perdido toda su personalidad.
Erich Fromm