Si no apreciamos el inmenso valor de nuestra vulnerabilidad, la incertidumbre se convierte en un abismo para la nuestra mente condicionada. Acostumbrada a ver lo que quiere que veamos y reconozcamos, la razón comienza a nublase; genera ansiedad tratando de imponer moldes donde no alcanza a percibir el orden que emerge y nutre nuestra apertura a la diversidad.
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