viernes, 16 de agosto de 2013

Recreando personajes


Practicar el arte de la vida, hacer de la propia  vida una obra de arte, equivale en nuestro mundo moderno líquido a permanecer en un estado de transformación permanente, a redefinirse perpetuamente transformándose (o al menos intentándolo) en alguien distinto del que se ha sido hasta ahora. Transformarse en alguien distinto equivale, sin embargo, a dejar de ser el que se ha sido hasta entonces; a destruir y sacarse de encima la vieja forma, como un serpiente muda la piel o un marisco su caparazón, a rechazar, una a una, las máscaras gastadas que el flujo constante de oportunidades nuevas y mejoradas en oferta ha demostrado que están agotadas, que son demasiados estrechas o que no han sido tan plenamente satisfactorias como lo eran en el pasado. Para exponer al público un nuevo yo y admirarlo en un espejo y en los ojos de los otros, uno necesita sacar de su vista y de la vista pública al viejo yo, y, posiblemente, también de su propia memoria y de la de los demás. Cuando emprendemos una autodefinición y una autoconfirmación, practicamos una destrucción creativa. Día tras día.
Zygmunt Bauman

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