La violencia que observamos en el mundo, la violencia que estamos padeciendo, es la consecuencia inevitable de ignorar nuestra propia naturaleza como individuos únicos formando parte de una vasta diversidad de individualidades.
El desconocimiento de nosotros mismos nos impide respetar y
dar espacio a los propios ritmos vitales y a los de nuestros semejantes. No nos permite observar como el
organismo se auto regula y despliega su energía sin la ayuda de una mente
racional que trate de imponer un orden por oposición y resistencia al Orden de
la naturaleza que se renueva en cada latido, con cada respiración, a cada
paso...
Es la imposición de nuestra fijación mental sobre el proceso
natural que se sucede en el propio organismo lo que genera violencia interna, y
muchas de las enfermedades que padecemos a lo largo de nuestra vida son la
manifestación más evidente de este proceso degenerativo.
Si comenzamos a observar estos mecanismos de disociación
entre el propio cuerpo y sus procesos mentales, podremos darnos cuenta de que
al escucharlo, en lugar de seguir ofreciendo resistencia al flujo de vitalidad
en nuestro organismo cuerpo-mente, le abrimos un espacio de acogida. De esta
manera se encauza el proceso de alineamiento de la mente racional con la
unicidad de la propia naturaleza: el auto respeto es el primer paso hacia una
transformación radical de la mente.
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