viernes, 8 de febrero de 2019

¿Para quién trabajas? (O27)

Doblado por el peso de los siglos,
apoyado en su azada mira al suelo,
en su faz el vacío de los tiempos
y la carga del mundo sobre el hombro.
¿Quién mató en él la rebeldía, el brío,
y lo dejó sin duelo ni esperanza,
torpe y derrotado como el buey,
su hermano?
¿Quién aflojó su quijada de bruto?
¿Cuál fue la mano que le aplastó su frente?
¿Qué soplo le apagó la luz del alma?
¿Es esta la criatura que Dios hizo
para reinar sobre el mar y la tierra,
otear estrellas y rastrear los cielos,
para sentir la pasión de lo eterno?
¿Es este el sueño del que armó los astros 
y les trazó su ruta en el vacío?
Del antro del infierno a sus abismos
no se encuentra más trágica figura,
más reprochable a la codicia ciega,
más llena de presagios para el alma,
más tensa de peligros para el mundo.

¡Qué abismo lo separa de los ángeles!
Esclavo del trabajo, ¿qué te importan
Platón y la armonía de las Pléyades,
la larga fila de cimas del canto,
la luz del alba, el rubor de la rosa?
En el se mira el dolor de los siglos,
la tragedia del tiempo está en su agobio;
la Humanidad, en su amarga figura,
robada, traicionada y desvalida,
protesta ante los jueces de la Tierra,
y su protesta es también profecía.

¡Oh, señores y dueños de la tierra!
¿Es esta la obra que le das a Dios,
esta cosa monstruosa de alma ahogada?
¿Cómo puedes erguir esta figura,
darle de nuevo la inmortalidad;
devolverle la luz de su mirada;
reconstruirla en la música y el sueño;
enderezar infamias milenarias,
pérfidos daños, incurables duelos?

¡Oh, señores y dueños de la tierra!
¿Qué cuenta le dará el futuro a este
hombre?
¿Qué responder a su torva demanda
cuando la rebelión sacude al orbe?
¿Qué será de los reinos y los reyes;
de todos los que así lo deformaron,
cuando este mudo miedo juzgue al
mundo
tras del largo silencio de los siglos?

Erwin Markham
Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal





















Jean-François Millet

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