Nuestra pequeña identidad personal está organizada alrededor
de preferencias y aversiones que, en su aspecto problemático, hunde sus raíces
en la conciencia de lo que se considera bueno o malo. A medida que cuestionamos
como real nuestra pequeña identidad personal también se va relativizando
nuestra estrecha conciencia moral. Entonces nuestra mirada ya no discute a
cerca de la bondad o maldad de los hechos, si no que dirige espontáneamente una
profunda reverencia ante lo que es, ante la grandeza de lo que nos supera y es
misterioso.
Al ir suspendiendo los juicios que vienen del pequeño yo, se
hace sitio el silencio, y consecuentemente el amor. Ya que el amor, el amor
grande, viene del silencio y no evalúa, solo acoge. El amor es básicamente
apreciación y conformidad profunda con la naturaleza de las cosas tal como son,
tal y como suceden, y de las personas como son y como actúan.
Joan Garriga
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