lunes, 11 de marzo de 2019

El imperio de la razón (O26)

¿Nos atreveremos a entregarnos al relajamiento de nuestro ser y abrirnos a comenzar a sentir nuestro corazón? ¿Nos permitiremos darnos cuenta de nuestro estado primordial de ser, abrirnos al sentir que surge al mismo momento que dejamos el corazón abierto, vulnerable al sufrir que da el vivir y que hay en el mundo? Puede surgir este sentir, cuando ya no quiero consolarme con todo lo que ofrece el sueño de la modernización con su plétora de recetas anestéticas. Y cuando me permito como hombre o como mujer llorar y ya no tengo miedo a vivir mi vulnerabilidad. Cuando me permito aceptar y atravesar mi dolor, mi rabia y mi tristeza, sabiendo que después puedo llegar a ser ternura. En el Occidente se enseña a los chicos a no llorar, invulnerabilizarse, reprimir la ternura, aprender a ser duro, despreciar una actitud de mansedumbre. 
(...)
El mensaje ha sido: evita afeminarte porque esto afecta tu virilidad, tu eficiencia y tu capacidad de actuar. Así, cultura como vivencia, como experiencia, como espíritu, como sensibilidad, como primera fuente de vivir la realidad, se excomulga, se exorciza para "avanzar" en nombre de la racionalidad. Todo un sistema educativo, a todos los niveles, ha sido organizado de tal manera que el darse cuenta de la realidad tal como la vivimos dentro, la luz y la sombra, la alegría y el dolor, la violencia y la paz, el bueno y el malo, tal como lo experimentamos, se reprime. No se permite sentir. Así la vida se integra sólo en su forma exterior y la sombra y la violencia "se normalizan", por ser expresión de una realidad "objetiva" sacrosanta y por lo tanto incambiable. Las niños/as son inducidos a imitar en sus propias vidas los anti-valores que han tenido que sufrir.

Joost Darwisj Kuitenbrouwer

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