Sólo una vez estamos invitados
a la necesidad.
Sólo en una ocasión
nos exponemos
a la miseria del quizás
y a los tormentos del subjuntivo.
Sólo una vez
fabricamos costumbres
que ajardinan el tiempo.
Sólo una vez
volver a casa fumando un cigarrillo,
ser amigo de muebles,
enjaular en sonidos
pensamientos.
Sólo una vez poder amar.
Sólo una vez amar,
quizás.
Y enseguida volvemos
a donde no recordamos que estuvimos.
Dejamos
una estatua de carne
que se pulveriza,
y dejamos a aquellos
que nos olvidarán
y dejamos de ver
todas las siguientes primaveras.
Garabatos en el vaho de la historia
compatriotas de lo fujitivo.
Somos casi nada y sin embargo
una ausencia nos pesa
tanto
que asfixia el corazón.
No se entiende la vida,
seguramente por eso es necesaria
toda la eternidad:
para asimilar lo sucedido.
La eternidad averiguando qué pasó
o ignorándolo
con los cinco sentidos.
A esto lo llamaban infierno y paraíso
pero yo ya no sé
qué preferir.
Sólo sé de la vida,
Molesta, indescifrable, irrepetible.
La única vez
en que podemos amar.
José María Parreño
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