miércoles, 29 de agosto de 2018

Actualizar la forma: adaptar el continente al contenido

Hay muchos modos distintos en que decimos que una cosa existe: una ley, una piedra, una nación, una guerra, un personaje de una comedia, un dios de una religión a la que no nos adherimos, un dios de una religión a la que nos adherimos, un gran amos, un número...; cada uno de estos entes «existe» «es real» en un sentido diverso de los demás. Podemos preguntarnos en qué sentido algo existe o no (Pinocho existe como personaje literario, no en el registro civil), o si una cosa existe en un determinado sentido (¿Existe una regla que prohíbe enrocar después de haber movido la torre?). Preguntarse en términos generales «qué existe» «qué es real» significa únicamente preguntarse cómo queremos utilizar un verbo y un adjetivo. Es una pregunta gramatical, no una pregunta sobre la naturaleza.
La naturaleza, por su parte, es la que es, y nosotros la vamos descubriendo paso a paso. Si nuestra gramática y nuestra intuición no se adaptan a lo que descubrimos, no pasa nada: tratemos de adaptarlas.
La gramática de muchas lenguas modernas declina los verbos en «presente»«pasado» «futuro». No es adecuada para hablar de la estructura temporal real del mundo, que es más compleja. La gramática se formó a partir de nuestra experiencia limitada, antes de que nos percatáramos de su imprecisión a la hora de captar la rica estructura del mundo.

Carlo Rovelli



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